El reto más dulce de mi vida

El reto más dulce de mi vida

 

Nunca te rindas… ¡tus pensamientos son tu límite!

 

He tenido muchos retos en mi vida y siempre me repito “¡sí se puede!”, pero este es uno de los más grandes que he enfrentado, les cuento por qué:

Pasé de ser la Yaya a ser la cuidadora del bebé.

Este año la pandemia nos cambió la vida, creo que, para bien, o por lo menos en mi caso, pues me enseñó a valorar mi vida y a modificar hábitos acelerados ya que vivía el día sin disfrutar cada episodio. Si bien saboreaba algunas cosas, siempre era con cierta prisa y sobre tiempo. Hoy transformé el tiempo por la paciencia.

En mi trabajo dieron la instrucción de permanecer en casa y laborar desde ahí, debo confesar que al principio me fue difícil adaptarme a este nuevo proceso, pero ahora lo veo con más claridad. Creo que la humanidad, y sobre todo yo, necesitábamos este tiempo de caos para aprender a deleitarnos con la vida, la cual no valoramos hasta que nos vemos en peligro de perderla.

Entre esta nueva forma de vida, ¿qué creen? me declararon la nana oficial de mi nieto, ya saben, “mamá, tú que no tienes nada que hacer, que tienes tiempo de sobra, que estás organizada…” Bueno, para mi hija existían miles de razones valiosas para declararme la cuidadora oficial del bebé, por tanto, tuve que organizar mi tiempo entre trabajadora, cuidadora, ama de casa y cocinera, entonces pensé: “mi mente es mi límite, SÍ PUEDO”.

El bebé seguía creciendo y obviamente demandaba mucha atención y nuevos cuidados. Entre ellos, ¿cuál premio creen que gané?, pues adivinaron: enseñarle a dejar el pañal. ¡Wow! para mi edad, un reto enorme, porque cuando la vida me permitía enseñarle a mi hija, yo no lo hice. ¿A quién se imaginan que le tocó?, pues sí, acertaron, a mi mami y mi hermana. Es decir, yo no disfruté esa etapa, claro, por falta de tiempo, y es por ello que me declaro mujer sin experiencia en esta materia. Pero la vida me obsequió una nueva oportunidad.

Y que rápido me retó, pues de la noche a la mañana mi hija me dijo: “mamá dice el pediatra (ya sabemos que las madres modernas toman la visita del doctor como un recetario que deben de seguir al pie de la letra) que él bebé ya está en edad de aprender”. Y me advirtió así, literal, “Y una vez empezando no debemos volver a ponerle pañal”.  

¡Ups! mi cabeza me decía “este trabajo sí es complicado, quien sabe si consiga hacerlo, mejor que su mamá lo haga, o que busque otra opción”. Pero respiré profundo y reaccioné de inmediato, “no debo rendirme, nunca lo he hecho, me estoy limitando…”, entonces decidí enfrentarlo.

Obviamente, no es mi hijo, sino mi nieto y debo de seguir las indicaciones de sus padres, aunque como abuelas no estemos de acuerdo, ¿verdad?

A partir de ese momento llovieron miles de indicaciones por parte de su mamá, las cuales debía seguir al pie de la letra (aunque algunas se me olvidaron). Sin embargo, el amor al niño me hizo aprender cómo exhortarlo para llevarlo cada 5 minutos al baño, así de literal, fue una dulce lucha, y creo que cuando hacemos con pasión y amor las cosas, todo se puede.

Debo confesarles que no fue fácil, pero gocé cada minuto que corríamos al baño cuando me decía “Yaya pipí”. Todas sabemos que siempre te avisan cuando ya están casi mojados, entonces ahí entra la magia de las abuelas, empezamos a tomar la ida al baño como un juego, algo de risa, convencí a mi niño que hacer en el bañito era divertido y que conseguirlo significaba un gran logro. A la agüita amarilla le decíamos “adiós pipí”, esta forma de verlo como un juego me ayudó a que mi nieto aprendiera rápido.

Les recuerdo a todas las abuelas que cada etapa de la vida es única e irrepetible, necesitamos reinventarnos la vida día a día y hacer los retos dulces y únicos. Creo que cuando más “peros” ponemos el reto se vuelve más necio y no encontramos salida, pero si los vemos con amor los podemos resolver sin obstáculos. Y cuando por algún motivo no podemos resolver un desafío, es importante cuestionarnos qué debemos aprender y una vez descubierto el aprendizaje, este se convierte en un dulce momento de la vida concluido.

Pronto les contaré más aventuras que tengo con mi niño, pero esa es otra historia.

 

¡Gracias por leerme!

 

Autor: La Yaya       

 

 

 

“Aparte de vieja… viruela” Un dicho bien dicho.

“Aparte de vieja… viruela” Un dicho bien dicho.

¿Alguna vez se imaginaron bautizarse con un apodo a los 52 años de edad?

Pasaban los días y mi nieto continuaba siendo el centro de mi atención, cada carita, cada gesto, cada suspiro me hacía sentir en las nubes.

En alguna ocasión me cuestionaron sobre qué es el amor, supongo que por la falta de experiencia dije algo como “es sentir mariposas en el estómago”. Es de risa esa definición ¿verdad?, pero hoy, gracias a mi nieto, lo puedo entender y exteriorizar mejor, como lo explicaría Mafalda:

Amor es: el estado perfecto en tu cuerpo, estar en armonía y en equilibrio con tu propio yo (mente, alma y espíritu), es decir palabras lindas a todos los seres humanos, es motivar ayudando a los demás a levantarse, es olvidar rencores, es no tener envidia hacia los demás, es la pureza de un lindo ¡Te quiero!, es regalarse día a día una sonrisa, es desear abundancia y bienestar al universo, todo eso lo encuentras en una palabra: “NIETO”.

Con el correr del tiempo me convertiría en la nana (seguro pensaron en la Nana Fine) más experta en cambio de pañales, aunque debo reconocer que cae más rápido un hablador que un cojo, yo siempre decía “nunca voy a cambiar pañales” (¡jajaja!), la vida me llevó a realizarlo, a calentar mamilas, a adivinar qué necesitaba el nuevo integrante de la familia, hasta me convertí en el bufón más gracioso de mi casa. El bebé crecía a mi lado y yo aprendía de él cada instante.

Mi placer de estar cerca del niño crecía, lo primero que hacía al abrir los ojos por las mañanas era buscarlo, iniciar el día con una imagen de mi angelito es mejor que un buen café y eso que soy catadora. Durante el día recordaba sus graciosadas a cada instante y hasta considero que cansaba a mis compañeras de trabajo con el tema de mi nieto, algo así como cuando estás enamorada de tu primer novio y no dejas de pensar en él y de pintar corazones en todas partes. Un consejo, no hagas eso porque las amigas después te dan la vuelta, mejor disfruta tú esa etapa y cuando algo te saque de balance o sientas que podrías enojarte trae a la mente un recuerdo lindo de ese ser que amas tanto.

Pues un día, de la nada, escuché que mi nieto me empieza a decir “YAYA”, yo en mi papel de abuela que corrige y que cree que todo lo sabe le dije “no papi, soy abuelita”, y el bebé cada vez más claro me seguía diciendo así, y yo necia le decía “no nene, abuelita”, hasta que un día me canse y le dije “está bien, dime como se te haga más fácil”, acepté mi apodo y me bautice como la “YAYA”.

Uno de esos días jugaba como siempre con mi pequeño, él hacía como que se pegaba o se caía y yo corría a decirle “ya, ya mi niño”, lo abrazaba y le decía “todo está bien, no pasa nada”, y fue ahí cuando ‘me subió el agua al tinaco’, (y ustedes dirán “¡ay YAYA!”) pero  en ese momento me di cuenta de que bebé me había bautizado así porque yo jugaba con él de esa manera, porque le gustaban los abrazos, sentirse cerca de mí y, sobre todo, sentirse protegido.

Créanme, colegas abuelitas, somos un ejemplo de amor, paz, y armonía para nuestros nietos, y aunque no nos demos cuenta, ellos están aprendiendo de nosotras, tenemos un gran compromiso con ese ser que se está formando. Hoy, somos guías para formar a los que mañana serán seres seguros y plenos, triunfadores, capaces de dar y recibir amor, sin miedos para enfrentar adversidades, para tener relaciones sanas y no de codependencia, seres capaces de caer, levantarse y seguir, no les puedo asegurar que su vida será de color rosa, pero sí les afirmo que debemos formar seres capaces de amarse y amar, de sentirse plenos y en armonía.

Cuiden cada momento que estén con ellos porque, tengan por seguro, ellos nos observan todo el tiempo, aprendiendo cada suspiro y cada movimiento que hacemos.

Ahora ya saben porque firmó como YAYA.

Tengo mil aventuras que contarles, pero eso será en otras historias.

Gracias por leerme y compartir comentarios.

 

Esperen el otro.

 

Autora: YAYA

Mi mejor experiencia…

Mi mejor experiencia…

 

¿Cuál ha sido su mejor experiencia?…

 

¡¡Muchas me dirían; uff!!  miles de vivencias, pero yo encuadro una muy importante, “El ser abuela”.

El año pasado me convertí en el ser más dichoso de este planeta, (o al menos así me sentí) cuando nació mi nieto. ¿Cuántas de nosotras hemos experimentado esta satisfacción?…  Quizás muchas o quizás pocas, pero de algo estoy segura, la vida me ha cambiado desde ese día.

Todo el mundo nos dice, “Los nietos se aman más que los hijos”, yo creo que el amor es el mismo, solo aplicado de forma diferente, cuántas veces nos han dado consejos como “Por mi nieto soy capaz de todo”, “Por él hago cosas, que antes no era capaz”, “Al hijo lo educamos y al nieto lo consentimos”. En fin, todos tenemos cosas que contar y qué decir de los nietos, pero pocas nos atrevemos a decir y a ver la neta del planeta. (como dicen los chavos), es por eso, por lo que he decido compartir mis experiencias a través de este blog, donde quiero llenarlo de magia y amor, lleno de relatos y vivencias.

Un día cualquiera para mi esposo y para mí, nos levantamos cuando sonó el timbre del despertador, ambos como siempre corriendo y cruzándonos de un lado para otro en la recámara, platicando lo esencial y preguntando cosas sin trascendencia, de repente tocan la puerta, ambos nos volteamos a ver y dijimos casi al mismo tiempo pasen, al abrir la puerta, se encontraban parados con una respiración agitada y con un brillo en sus ojos, mi yerno y mi hija, nosotros inmediatamente preguntamos, ¿Qué pasó?, mientras tanto yo paralizada entre el miedo y la angustia, corriendo mi cerebro a mil por hora, imaginando miles de cosas, malas (porque así generalmente trabaja el cerebro, siempre en negativo), con voz entrecortada, vuelvo a preguntar ¿Qué pasó, algo malo?, ambos se voltearon a ver y mi hija levantó la mano y me entregó una prueba de embarazo (tengo que aclarar que yo no sabía cómo leerla o al menos después de 30 años no me acordaba cómo interpretarla), y entonces, como siempre adelantándome a dar consejos, (como nunca hacen las mamás y menos las suegras), “No se preocupen Dios sabe cuándo, hay que seguir intentándolo”  (Cabe mencionar que mi hija y mi yerno ya estaban intentando tener familia, para ello, a mi hija le iban a realizar un estudio delicado para saber la causa del porque no se había embarazado ). Mi hija volteo con una sonrisa y dijo mamá; no sabes leerlo, claro que yo no iba a dar mi brazo a torcer, e inmediatamente respondí sí, pero todavía no lo había visto, ustedes saben, justificando mi ignorancia.

 

Mientras tanto mi yerno, paralizado en la pared deteniéndola para que no se cayera, no él, sino la pared, con sus ojos que asomaban lágrimas de felicidad o dicha, no dijo una palabra, pero respiraba agitado, mi esposo empezó hablar como merolico, “Que será, bueno, lo que Dios quiera, que esté sanito, como le vamos a llamar, donde te vas atender, hay que hacer un ahorro…”  en fin, su alegría la expresó diciendo y haciendo miles de preguntas, un poco adelantado ¿verdad?

 

Yo, que les puedo decir, empecé a sentir una emoción increíble, corrió por todo mi cuerpo, una sensación de placer, y felicidad, sentía que cada célula de mi ser se llenaba de amor y tranquilidad, respire y empecé nuevamente a dar consejos, (eso no se me da), “Los hijos son un milagro de Dios, son prestados, deben de prepararse para ser buenos padres, ahora la vida va a cambiar, duerman bien; porque una vez que nacen nada es igual”. Creo que peor que mi esposo, ese día llegue al trabajo, diciéndole literalmente, a todo el mundo, voy a ser abuela, sentía placer por decir esa bendita palabra abuela, algo así como un programa de tele que había hace tiempo, que todo México se entere.  Aunque debo de confesar que ese día mi hija y mi yerno me prohibieron, así PROHIBIERON, anunciar la noticia, pero bueno. Esa es, otra historia…

 

Gracias por leerme y compartir comentarios.

Esperen el otro.

Autora: YAYA